INSENSATEZ DEL HOMBRE Y ETERNIDAD DE DIOS
SALMOS 90: 9-17
9 Vivimos la vida bajo tu
ira,
y terminamos nuestros años con un gemido.
10 ¡Setenta son los años
que se nos conceden!
Algunos incluso llegan a ochenta.
Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas;
pronto desaparecen, y volamos.
11 ¿Quién puede comprender el poder de tu enojo?
Tu ira es tan imponente como el temor que mereces.
12 Enséñanos a entender la brevedad de la vida,
para que crezcamos en sabiduría.
13 ¡Oh Señor, vuelve
a nosotros!
¿Hasta cuándo tardarás?
¡Compadécete de tus siervos!
14 Sácianos cada mañana con tu amor inagotable,
para que cantemos de alegría hasta el final de nuestra
vida.
15 ¡Danos alegría en proporción a nuestro sufrimiento anterior!
Compensa los años malos con bien.
16 Permite que tus siervos te veamos obrar otra vez,
que nuestros hijos vean tu gloria.
17 Y que el Señor nuestro Dios nos dé su aprobación
y haga que nuestros esfuerzos prosperen.
Sí, ¡haz que nuestros esfuerzos prosperen!
https://youtu.be/AV_Ix399xI8?si=rGBFP2VDivxH1Ije
Estimado lector:
Moisés, con poder poético, comparó la naturaleza eterna de
Dios con la frágil y temporal del hombre. Dios permanece para siempre, pero
nuestros días se acortan bajo Su ira, terminando en un gemido. Hacia el final
de sus peregrinaciones, Moisés escribió este salmo, usando imágenes del
desierto: la vigilia nocturna, el torrente, la hierba que brota y se quema
rápidamente, y el suspiro del peregrino cansado.
Moisés, al considerar la fragilidad humana y el juicio de
Dios, pidió sabiduría para comprender la brevedad de la vida, reflexionando
sobre la certeza y rapidez de la muerte. Su oración implora la presencia,
compasión y misericordia de Dios, el hesed de Yahveh. En tiempos de castigo, se
permite preguntar "¿hasta cuándo?", mostrando que nuestra culpa es
más por la demora en suplicar que por la osadía.
Moisés ora para que Dios cambie la miseria por Su luz y
para que las obras de Su pueblo prosperen. Sin la bendición divina, nuestro
trabajo tiene poco impacto. En tiempos peligrosos, los buenos hombres temen
trabajar en vano y saben que, sin el Señor, nada es posible. Por eso, piden Su
ayuda para que sus esfuerzos sean aceptados y Sus designios establecidos.